sábado, 2 de agosto de 2014
Cualquier estación del año es propicia para un encuentro con Dios a través de la naturaleza, que tantos encantos encierra y que por desgracia no siempre se valora y respeta lo suficiente. Estamos en el tiempo bueno, los días son largos, los niños y adolescentes disfrutan de vacaciones en las casas, barrios, pueblos, en las piscinas, campamentos, playas, montañas…. 

No faltan personas que van a países que sufren necesidades a prestar un servicio de colaboración, a echar una mano. Otros prefieren el silencio en centros de soledad y oración. Los agricultores recogen sus cosechas. Algunos adultos hacen un descanso de todas sus actividades laborales. 

En esta etapa del año se pueden aprovechar las ocasiones de encuentro con la creación y recitar entre otras oraciones el Salmo 8: “Señor dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?”. Jesús mismo llevó a los suyos a un lugar aparte para descansar (cf. Mc 6,30). 

Corremos el peligro de perder la capacidad de admiración y olvidar las maravillas de la creación: un amanecer, la puesta del sol, los ríos, los montes, el mar, los árboles, los pájaros, las criaturas todas que viven. Todo esto puede ser una invitación para un encuentro con el Creador y decir con San Francisco de Asís: “Alabado seas mi Señor”. 


Es bueno que intentemos curar una de las enfermedades contemporáneas como es el estrés; para ello hay que buscar espacios de silencio, oración y disfrutar de un tiempo de vacaciones para después re-emprender con vigor las tareas que nos esperan. 

Recordamos aquí las palabras de San Pablo: “para los que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Rom 8,28), para un cristiano todo puede servir para el bien. La Palabra de Dios, la Eucaristía dominical, los momentos de silencio en la soledad, acrecientan la cercanía con el Dios vivo que sale continuamente a nuestro encuentro. 

En medio de todo esto no podemos olvidar la sangría humana que acarrean guerras como las de Siria, Ucrania, Gaza,… y un número considerable de personas que mueren en las pateras en busaca de un mundo mejor. ¡Cómo no recordar también a los que sufren las consecuencias de la falta de trabajo! 

No olvidemos que el verano puede ser propicio para encontrarse con aquel que da sentido a todo lo existente y como criaturas de Él y hermanos de todas las personas vivir en constante acción de gracias. En definitiva el verano nos puede ayudar a acercarnos más a Dios. 

Como decía el papa Benedicto XVI, a la hora de organizar este tiempo de ocio, “metamos el Evangelio en la maleta”. Lo que significa convertirnos en dueños de nuestras vacaciones, saber valorarlas pero nunca mitificarlas y descubrir los valores que encierra esta época del año. 

Andrés de la Calle, Vicario General de la diócesis de Segovia

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